Curiosidades

Engaño, baile viral y 237 víctimas: el oscuro caso del hombre que se hizo llamar “Sister Hong”

Durante meses, un misterioso perfil femenino llamado “Sister Hong” circulaba en plataformas de citas y redes sociales en China. Fotos sugerentes, mensajes coquetos y una actitud seductora bastaron para atraer a decenas de hombres que creyeron tener suerte… hasta que estalló el escándalo.

La historia es tan insólita como escalofriante. Detrás de esa supuesta mujer estaba Jiao, un hombre (viudo con un hijo) de 38 años que se hacía pasar por mujer para grabar encuentros sexuales sin consentimiento. El caso explotó este julio, cuando la policía de Nanjing confirmó que el sospechoso tenía al menos 237 víctimas. Algunas estimaciones no oficiales hablan de más de 400.

¿Cómo operaba?
Usaba filtros, ropa femenina, maquillaje y edición digital para crear una versión convincente de sí mismo como mujer. Contactaba a hombres a través de apps y redes, concertaba encuentros y luego grababa todo sin informarles. El material fue vendido en plataformas clandestinas, generando una red de pornografía no consensuada.

Su apariencia conservadora y los gestos afectuosos le ayudaban a ganar confianza entre sus seguidores.

Las redes sociales chinas reventaron con el tema. El hashtag #SisterHong superó los 400 millones de visualizaciones en Weibo antes de ser censurado parcialmente. Muchos usuarios se preguntan cómo tantos hombres pudieron ser engañados, mientras que activistas advierten que la verdadera víctima es el consentimiento.

Uno de los detalles que más indignación causó fue que algunas víctimas eran casadas, y muchas de ellas jamás imaginaron que su privacidad iba a ser violada tan brutalmente. La policía aseguró que muchas de las grabaciones estaban “editadas profesionalmente” para hacerlas virales y comercializarlas a través de grupos cerrados.

Videos por arroz, sandía o aceite

Lejos de pedir dinero a sus admiradores, Sister Hong proponía un curioso sistema: aceptaba productos comestibles como leche, arroz, aceite o frutas a cambio de tener relaciones. No era un intercambio improvisado: los videos se vendían por montos que iban de 100 a 500 yuanes (entre 14 y 70 dólares), dependiendo del contenido.

Y sí, muchos de estos clips incluían desnudos parciales, gestos explícitos o escenas fetichistas por encargo, aunque sin llegar a contenido explícitamente pornográfico. Era un juego de insinuación… y negocio.


El baile que rompió el algoritmo

Uno de los factores que impulsó el fenómeno fue su particular forma de bailar, un estilo entre sensual y caricaturesco que, combinado con su atuendo recatado, generaba una mezcla desconcertante para muchos. El contraste fue clave para su viralidad.

En poco tiempo, los clips cruzaron fronteras digitales: de TikTok a YouTube, de redes chinas a foros internacionales, con millones de visualizaciones y cientos de cuentas imitadoras o recopiladoras.

@joao_j.l

caralho mn que poha foi essa, a bicha pegou homem pra caralho, amiga se consegue confia se ela pegou vc tbm pega #sisterhong

♬ som original – João

Jiao fue arrestado el 5 de julio y enfrenta cargos por producción y distribución de contenido sexual ilegal, aunque varios expertos señalan que China carece de una legislación clara sobre pornografía no consensuada, lo que ha reabierto el debate sobre privacidad digital, violencia sexual en línea y responsabilidad penal en el país asiático.

El caso también revela un vacío legal y social: la vergüenza que sienten muchas víctimas les impide denunciar. En un sistema judicial que no protege del todo a los afectados por este tipo de crímenes digitales, la justicia parece más lejana.

Mientras tanto, Sister Hong se ha convertido en un símbolo viral de engaño, abuso y la delgada línea entre identidad digital y delito.

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